La piel del pene es tan fina como la del dorso de la mano, es decir, menos de un milímetro de grosor. Al contrario de lo que se podría creer, no tiene una elasticidad particular porque es la reserva de piel del prepucio la que permite la erección. Como cualquier otra parte del cuerpo, está sujeta a un envejecimiento intrínseco que provoca sequedad y relajación.

De hecho, es una zona que requiere un cuidado especial debido a los factores mecánicos que sufre, como los roces de la vida diaria. Este es el caso, por ejemplo, durante un movimiento tan común como caminar, particularmente cuando se usa ropa ajustada, durante una actividad deportiva o durante las relaciones sexuales.

Por ello, el uso de tratamientos a base de principios activos como la caléndula, conocida por sus propiedades hidratantes, suavizantes, calmantes, antiinflamatorias e incluso cicatrizantes, está especialmente indicado en esta zona para compensar la sequedad y la irritación.

Después de la circuncisión, la mucosa extremadamente sensible del glande, que queda expuesta, se queratiniza gradualmente, es decir, se cubre de piel seca. También en este caso es importante hidratarlo con un producto adecuado porque los productos que utilizamos para el cuerpo no necesariamente están testados en las mucosas y no deben aplicarse en el glande.

Para las personas no circuncidadas, la presencia del prepucio y del pliegue banalo-prepucial favorece la maceración, la proliferación microbiana y, por tanto, los malos olores. Se recomienda la limpieza con agua y jabón suave con pH neutro una o dos veces al día, especialmente después de cualquier actividad física.

En definitiva, las particularidades anatómicas y funcionales del sexo masculino justifican una higiene y un cuidadoso cuidado diario utilizando productos adecuados, suaves, no irritantes y no sensibilizantes, respetando la flora y el equilibrio locorregional.